En días pasados la Organización de la Naciones Unidas, a través de su portavoz Julio Berdegué, presentó el Panorama de la Seguridad Alimentaria y Nutricional 2018 realizado por Food and Agriculture Organization (FAO). En este documento se anunció, con algunas sorpresas, la presencia de la subalimentación y obesidad en Latinoamérica.
Según el portal de la ONU, el hambre aumentó en América Latina, llegando a afectar a 39,9 millones de personas; por otra parte, existen 3,6 millones de obesos en la región, producto de la desigualdad económica y social.

Las personas con menores ingresos son aquellos que tienen una dieta carente de micronutrientes; pero esta misma razón puede ocasionar el sobrepeso. Esto ocurre por no consumir una dieta balanceada; las personas recurren más a los alimentos ricos en azúcares, sal y grasas por ser menos costosos. Los sectores más afectados son los indígenas, afrodescendientes, mujeres y familias rurales.
Los números de la desnutrición y obesidad en Latinoamérica
Las cifras ubican a un total de 19 millones de mujeres y 15 millones de hombres en condición de inseguridad alimentaria severa. Mientras que la tasa de obesidad de las mujeres adultas supera por 10 puntos al 19% que ocupan los hombres. A esto se le suma los casos de anemia que afectan a las mujeres en edad fértil y de menores recursos.
Estas cifras revelan que por tercer año consecutivo la subalimentación y la obesidad en Latinoamérica han crecido considerablemente. Entre los países en los que aumentó la tasa de subalimentación se encuentran Argentina, Bolivia y Venezuela; siendo este último quien presentó un aumento mayor. Según el reporte entre 2014 y 2017 su cifra creció a 600.000 personas, es decir, el 11,7% de su población. Mientras que Argentina y Bolivia solo crecieron un 0,1%, en ambos casos. Además, hay que destacar los países que sí lograron alguna recuperación, como lo son Haití; México; Colombia y República Dominicana quienes repuntaron con la reducción.
Seguridad alimentaria
La FAO define la seguridad alimentaria como la garantía que se le debe otorgar a los seres humanos para obtener acceso físico y económico a los alimentos básicos necesarios. Comprende tanto la disponibilidad como la estabilidad y el acceso a estos.

Una manera de observarlo es en el equilibrio entre la demanda y la oferta de alimentos a un precio razonable para ambas partes. Sin embargo, para lograrlo es necesario que las políticas económicas de una nación se revisen; pues estas influyen no solo en la forma de alimentación de los individuos sino en los grupos familiares, incluyendo también la desnutrición infantil.
La falta de acceso a los alimentos, en general, está asociada a la pobreza ocasionada por el desempleo; subempleo; bajos salarios; prácticas comerciales desleales e incluso la dificultad para cosechar. En la mayoría de países la disponibilidad de los alimentos no es el problema en sí de la subalimentación y obesidad en Latinoamérica; sino la posibilidad de adquirir los alimentos en cantidades suficientes que le permita comer bien a todos los integrantes de la familia.
Políticas económicas
El poder adquisitivo, la creación de empleos estables y oportunidades en la generación de ingresos son algunos de los requerimientos necesarios para mejorar el acceso a los alimentos.
No obstante, debe examinarse con pinzas estas solicitudes pues muchos de los ingresos extras podrían terminar en el consumo de alimentos de baja calidad o altamente calóricos; de allí que la educación también sea un factor importante en la Seguridad Alimentaria y Nutricional.
Los índices más conocidos para medir la accesibilidad a los alimentos, son por lo general económicos. Entre ellos observamos: el costo de la canasta básica en relación al salario mínimo; el valor de los productos básicos y de una canasta alimentaria, en relación con las horas de trabajo equivalentes a la producción del sueldo; relación porcentual entre el gasto en alimentos y el gasto total; porcentaje de gastos de alimentación en relación con el ingreso familiar; régimen alimenticio y elección de alimentos; Índice de Precios al Consumidor; tasas de empleo y subempleo e identificación de la línea de pobreza y de indigencia.
Un buen sueldo no protege de la desnutrición y obesidad en Latinoamérica
Pese a todos los factores descritos anteriormente la mala alimentación no solo es un asunto de políticas económicas; también incluye educación a la población y compromiso por parte de las empresas alimentarias. Los gobiernos deben tomar responsabilidad para evitar una epidemia de obesidad.

En el caso chileno, según Berdegué, el 27% de la población no le alcanza el dinero para comprar una canasta básica saludable. El chileno promedio deja por fuera de su alimentación las frutas y verduras frescas; y optan por sustitutos de menor precio pero de dudosa procedencia orgánica. En consecuencia, las mujeres chilenas ocupan el primer lugar en la lista de obesidad en Sudamérica; mientras que los hombres el segundo.
Propuestas para un futuro mejor
Una de las propuestas es imponer impuestos a la comida chatarra y regular el contenido de ingredientes nocivos en la comida procesada, por parte de las industrias. En relación directa con los habitantes se podría trabajar el tema de la educación, enseñarlos a integrar dietas saludables. Miguel Barreto, representante de PAM, comenta al respecto: “La gente gana más pero come peor”; así que en algunos países se trata de un cambio de comportamiento más que de políticas económicas.
A partir de los datos aportados, casi uno de cada cuatro adultos es obeso en América Latina y el Caribe; afecta al 7,3% de los habitantes mayores, mientras que los niños menores a 5 años mantienen un promedio de 5,6%.
La directora de la Organización Panamericana de la Salud, afirma que la obesidad también es un fenómeno que afecta, al igual que el caso de la subalimentación, a los sectores más vulnerables. Es por ello que propone acciones multisectoriales.
La subalimentación y obesidad en Latinoamérica es un problema que se debe resolver pronto; una buena alimentación es más que un derecho humano, es una necesidad.
El documento presentado por la FAO solo demuestra que, en muchos casos, las políticas económicas no son suficientes para controlar la dieta de los ciudadanos; tampoco se trata de tener o no dinero, sino de conciencia y alcance. Elementos en los que deberían trabajar Argentina, Venezuela y Bolivia.