En el mundo existen ideas efímeras y otras que han permanecido en la mente del colectivo. Uno de estas es la metáfora de la mano invisible, creada por el filósofo Adam Smith; vigente hasta el día de hoy por su aplicación en la economía y en la rutina.
Hay quienes apoyan el postulado de la mano invisible; otros, hacen fuertes críticas a esta metáfora. Lo cierto, es que ha servido para explicar distintos fenómenos, no solo económicos, sino también sociales.
La mano invisible como idea base
La primera vez que Adam Smith propuso la metáfora de la mano invisible fue en 1759, dentro del texto Teoría de los sentimientos morales. Sin embargo, alcanzó su popularidad entre las personas con su obra La riqueza de las naciones, publicada en 1776.
Parte de lo que conocemos hoy en día de su teoría, es una reinterpretación de los grandes pensadores y economistas. Es importante que se vuelva al texto inicial, antes de hacer un juicio de valor sobre los temas propuestos por Smith. Además, debemos tener presente que su idea, buena o mala; pobre o enriquecedora, como se le quiera llamar, significó el origen de muchos modelos de pensamiento.
El liberalismo clásico no fue un término acuñado por Adam Smith, pero su teoría valió para que, a posterior, muchos otros investigadores formularan el concepto y lo que conlleva. Es decir, el autor no plateó en su obra un mercado liberal propiamente dicho, pero sentó las bases para el desarrollo de su teoría.
George Stigle actualizó las ideas de la mano invisible en un artículo publicado en 1951. A partir de esta renovación, se ha hablado del concepto como un ente regulador invisible en el mercado; ese fue el comienzo de lo que hoy conocemos como libre mercado.
En palabras de Adam Smith
Pero ¿qué dijo en realidad Smith? Este filósofo hizo grandes postulados que hablaban sobre los sistemas sociales, la moral, y la participación de los individuos en dichos sistemas. La inclusión de las personas en el mecanismo universal demuestra que estos son capaces de sacrificar los intereses propios por un bien común.
Existe, pues, un orden natural en el sistema, los individuos participan de forma inconsciente en él. Por medio de los involucrados, se dan distintas posibilidades de consumo y de producción. Para Smith, hay una autoridad reguladora, parecida a una administración que se encarga de las causas y los efectos.
Aquellos que se atrevan a intervenir en este sistema, para el autor, no tendrán el entendimiento de la complejidad de los procesos naturales que ocurre en sí mismo. Esta irrupción del orden establecido se da por parte de la mano invisible; la cual suele estar aferrada al plan que se ha trazado originalmente, y no admite cambios. Busca que los objetivos se logren según lo planteado.
Adam Smith desarrolló teorías en torno a la moralidad y lo correcto; sobre individuos dentro del sistema con capacidad para juzgarse a sí mismos y a los demás, logrando actuar de una forma en que todos se beneficien.
Sin embargo, Smith recalca que la humanidad no trabaja, necesariamente, por amor al prójimo, es más bien un intercambio de intereses lo que la mueve. Los propios deseos causan que el hombre se vean en la necesidad de avanzar por los intereses de la sociedad.
Fueron muchos los postulados que el filósofo realizó alrededor de estas ideas. Un conjunto de pensamientos que ayudaron a crear las bases para la teoría liberal, la cual le dio una nueva interpretación a su discurso.
La mano invisible renovada
Para las corrientes liberales las ideas de Smith significaron el punto de inicio. Actualizaron su metáfora de la mano invisible para convertirla casi en su consigna inicial.
En pocas palabras, la mano funcionaba como un organismo de regulación natural, omnipotente y omnisciente. Asegura que las personas pueden tomar decisiones egoístas, porque el mercado; por medio de la mano invisible, conseguirá que las acciones de individuos acaben en un bien colectivo.
La búsqueda del beneficio propio logra que existan beneficios para la sociedad. Así los liberales proponen la libertad de mercado como la opción natural y adecuada para que la economía mundial se desenvuelva.
Solo el libre mercado tiene la capacidad para autoregularse. La intervención del Estado, o la mano invisible, para la nueva perspectiva de las ideas de Smith, es innecesaria y tiende a causar ineficiencia en los procesos económicos.
Los mercados no tienen la necesidad de ser intervenidos por ninguna entidad estatal. Dentro de ellos mismo surgen los problemas y las soluciones. La libertad de mercado consiguió la base para sus postulados principales en la mano invisible.
La mano no todo lo puede
Sin embargo, hay asuntos que el libre mercado junto con la mano invisible no tienen capacidad para resolver.
En su época inicial, las propuestas liberales significaron un gran cambio en la economía mundial. El sistema pasó de rural a industrial y con esto llegó el capitalismo, que fue un progreso necesario para el momento. Pero el libre mercado se agotó y han surgido problemas que necesitan de la intervención de alguna mano.
El Estado podría participar de forma activa, no como un juez y controlador del mercado, más bien como un ente que encausa hacia una situación de bienestar. Una pequeña guía que busque el camino adecuado para el bien de su nación y del ambiente.
El libre mercado ha abandonado las necesidades del medio ambiente, y parece que la mano invisible no está en la capacidad de solucionar los problemas. Se necesitan políticas que disminuyan la aceleración del calentamiento global, por un lado, y por el otro, que los países más grandes no atenten contra el progreso de economías menos desarrolladas.
La mano invisible como patrocinadora del libre mercado, pierde validez; sobre todo porque su teoría se sustenta en postulados que no fueron pensados para los moldes donde se le quiere calzar. Ha agotado su utilidad y el comercio espera nuevas formas organizadas que logren el equilibrio.