Cuando las ofertas y descuentos aparecen, a muchas personas le brillan los ojos y se ven en la irremediable necesidad de adquirir el producto solo porque está en oferta. No lo necesitan, quizás ni siquiera lo quieren, pero una voz en su interior los empuja a comprarlo porque son descuentos que no pueden rechazar.
Casi todos los consumidores han caído en esta suerte de trampa que las empresas utilizan para vender a toda costa algunos productos. Las ofertas y descuentos dan la sensación de que el dinero se está multiplicando; y que se puede comprar muchos más productos, gracias a sus minúsculos precios.
Sin embargo, ¿en realidad el dinero se está multiplicando o solo es una ilusión? Es difícil resistirse a las ofertas, pero se debe entender cómo funcionan para no entrar en un juego dañino económicamente. Además, comprender cómo se producen estos objetos a costos tan bajos, es la clave para adentrarse en el funcionamiento del sistema económico mundial.
Nos preguntamos cómo las empresas logran llevar a precios irreales sus ventas y todavía obtener ganancias considerables. La competencia entre ellas es muy fuerte. Es un proceso que tiene consecuencias en algún sector de la población mundial, sin que haya repercusiones.
Ofertas y descuentos: cuidado con las trampas
Existen muchas formas en que las grandes y pequeñas cadenas recurren a la clásica disminución de precios. Desde el conocido 2X1, el 50% de descuento, los cupones, entre otros. Ningún empresario ofertaría mercancía que pueda generarles una pérdida importante de ganancias. Así que no, no se logra estafar al sistema comprando en una gran promoción de ofertas y descuentos.
Algunas formas de perder dinero
Una de las técnicas más conocidas es la de ofrecerle al consumidor un producto inicial por un precio; e ir bajando este al ver que el comprador desarrolla cierto interés. Cuando se ha logrado captar su completa atención se procede a ofrecerle artículos extras por un precio de locura.
Es decir, se pone en venta un par de zapatos todo terreno, fáciles de lavar y duraderos. El cliente muestra su atención y el costo del zapato disminuye. Primer paso, listo. Como la generosidad del vendedor parece ser infinita, oferta un par de medias a un costo muy bajo y crea la necesidad de dicha prenda, como especie de combo inseparable.
Ya se ha aceptado comprar dos productos a muy bajo precio; pero hay más. Para que tenga el juego completo a la compra se agregan unas medias que brillan en la oscuridad, totalmente gratis. Así, le hacen creer al comprador que le están regalando un producto y que está premiándolo por su compra, cuando en realidad estás pagando por cada uno de ellos; y, en muchos casos, más que el precio inicial de los zapatos sin ningún descuento.
Esta oferta es engañosa, y muchas veces no vale la pena comprar un producto a bajo precio, solo por esa razón. Es probable que la calidad del producto sea muy baja; por lo que se produce una falsa sensación de riqueza al adquirirlo, pero en realidad se ha perdido dinero.
Falsa sensación de ahorro
Otra estrategia, muy común, es poner un artículo a un valor monetario elevado; para posteriormente bajar su valor y dar la sensación al consumidor que está ahorrando mucho dinero. De este modo, el comprador comprará varias cantidades, que no habría comprado con el precio original.
Se crea una necesidad de consumo de la que no se puede escapar. De nuevo, el cliente pierde dinero adquiriendo un producto que no compraría anteriormente, solo por creer que ha distribuido mejor su dinero cuando no es así. Ha caído en la trampa de la inflación artificial.
No ha sucedido aún, que de la noche a la mañana el fabricante haya decidido regalar una parte de su trabajo. Y en muchos casos, no hay una inflación artificial del precio del artículo. Esta situación se explica bajo la premisa de que el productor realiza un producto conocido como derivado. Es el mismo modelo, con funciones idénticas, pero que está hecho con materiales menos duraderos.
Los productos derivados tienen una vida útil mucho menor a la de aquellos de fabricación regular. Por ello, si no vale la pena comprar el producto en su precio original; tampoco lo vale en las ofertas y descuentos.
Más allá de una pérdida de dinero también existe una pérdida de humanidad
Si se piensa un poco en los descuentos que muchas tiendas prometen y proclaman con maravilla; debe tomarse en cuenta cómo logran mantener sus gastos sí, según ellos, están regalando todo.
La competencia que existe en el mercado es tan grande que muchas veces no importa el cómo; una empresa deseará vender su producto a toda costa. Es por ello que recurren a distintas maniobras para alcanzar un lugar privilegiado entre los consumidores. Una práctica que se ha ido incrementando con el pasar de los años es la de las ofertas y descuentos sumamente bajos.
El consumidor no solo pierde dinero al caer en la trampa planteada por las empresas; también entran en el juego de un sistema que pasa por encima de los derechos de los trabajadores. Y que, además, aplasta a las pequeñas compañías que no tienen ninguna posibilidad de competir con las ofertas y descuentos de las grandes entidades.
Un mercado agresivo con los consumidores y obreros
El libre mercado da la potestad a las empresas para determinar un precio convenientes para ellos; y la tendencia es hacia los montos monetarios realmente bajos, que impulsan a otras sociedades a bajar sus costos o a ser aplastados por la competencia.
Cuando una compañía vende, por ejemplo, sus camisas al 50% de descuento; hay otra que se verá en la necesidad de venderlas a un precio más bajo para lograr seducir al comprador. Pero, ¿cómo consiguen ganancias de estas prácticas? Fácil, recurren a la mano de obra con costos sumamente bajos.
Las grandes compañías necesitan, con desespero, que los consumidores las elijan, y gasten su dinero en ellas. Gracias a las ofertas y descuentos los clientes se sienten encantados en lo que parece la multiplicación de su dinero. Siempre buscan el precio más bajo y las empresas están dispuestas a dárselo a toda costa.
Así, recurren a países donde el costo de vida es muy bajo, en comparación con las naciones desarrolladas. En estos países, las fábricas no están en la capacidad de rechazar ningún trabajo; por lo que no importa que tan baja sea la paga, siempre tienen que aceptar o el cliente conseguirá a alguien que sí lo haga.
No hay escapatoria, no hay salida. Deben trabajar por sueldos casi nulos porque siempre habrá otra industria que esté dispuesto a hacerlo si ellos no. Aquí comienza el juego. Cuando las fábricas aceptan esto; es probable que luego tengan que realizar el mismo trabajo por un costo aún menor.
Si la compañía contratante se ha enterado del 65% de descuento de su competidor; querrá superarlo con un 75%, lo que produce que la mano de obra deba ser aún más baja. Esto sucede hasta llegar a sueldos miserables a los que los trabajadores no pueden decir que no.
Los ofertas y descuentos solo benefician a las empresas
Tanto los compradores como los trabajadores se ven atrapados en una trampa de la que no se puede salir. Por un lado quitan de las manos el dinero a los consumidores bajo la promesa de increíbles descuentos; pero, por otro, están creando una situación de empobrecimiento.
En este caso, solo se puede actuar con responsabilidad financiera; dejando de lado los impulsos y pensar la compra que se realizará. No es fácil escapar del hipnotismo casi de serpiente que las grandes empresas ejercen sobre los clientes. Pero se debe tomar en cuenta que, en la mayoría de las situaciones, se está perdiendo dinero. La forma en cómo se perderá debe ser sabia.
Por otro lado, los trabajadores de las fábricas de países menos favorecidos se ven aplastados por el consumo extravagante de las grandes naciones. Estas no ven en las ofertas más que un beneficio, falso de por sí, y rechazan la idea de que hay colectivos perjudicados por un engaño grupal.
El mayor beneficio siempre será de las grandes corporaciones. Ni los consumidores, y mucho menos los obreros, tienen en realidad una ganancia en un sistema que engaña para lograr las mejores ventas del siglo.