Uno de los fenómenos económicos que pueden seguir al período de inflación es la deflación. Esta se define como una situación donde los precios de los bienes y servicios bajan por un período mayor a dos meses; según lo establecido por el Fondo Monetario Internacional. La situación ocurre como consecuencia de una reducción de la oferta monetaria; de allí que se asocie a la recesión. Dado que sus características son contrarias a la inflación, es usual que se le llame también inflación negativa. Cabe señalar que la deflación no debe confundirse con la desinflación. Esta última refiere la desaceleración de precios; mientras que la primera produce variaciones negativas del IPC, la desinflación no lo hace.
En una sociedad donde todo el mundo esté endeudado y nadie compra es normal que los comercios ofrezcan ofertas, rebajas y descuentos. Incluso, en el mercado de segunda mano podemos observar artículos mucho más barato de lo que ya lo ofertaban. La situación ocurre porque la gente ha recurrido al crédito y necesita conseguir dinero para pagar sus deudas.
La serpiente que se muerde la cola
Ante este panorama las monedas y billetes se revalorizan, por lo que se necesita una menor cantidad de dinero para adquirir un bien o servicio. El problema es que muy poca gente se anima a comprar por esperar que la oferta mejore aún más. Pensar de ese modo crea un círculo vicioso donde las empresas reducen precios con la intención de tener una mayor entrada de dinero. Ante esta perspectiva, los trabajadores corren el riesgo de ser despedidos y disminuir su poder adquisitivo. En el caso de que la empresa no recurra a despidos puede tomar medidas de reducción salarios; con lo cual disminuye el ingreso público y se hace más complicado el retorno de la deuda externa.
Sin embargo, la deflación no debe tomarse como un factor por completo negativo; también encontramos ventajas tales como la bajada de los tipos de interés. Es decir, el precio a pagar por utilizar una determinada cantidad de dinero en una operación financiera. Quienes se benefician son los prestamistas pues de un préstamo de 100 dólares se puede recuperar 110 dólares si los precios bajan un 10%. Un ejemplo real es el que aplicó la Reserva Federal de los Estados Unidos durante la Gran Depresión en 1929, donde los tipos de interés cayeron hasta el 0,5%. En ese caso, las familias preferían ahorrar ya que la rentabilidad de los bancos era muy reducida. En ese caso, el ahorro se maneja así como otra de las ventajas notables de este proceso; con lo cual crece la oferta de dinero.
Algunas medidas contra la deflación
Si bien los economistas y administradores de instituciones prefieren evitar la deflación; algunos instrumentos para combatirla son: bajar el precio del dinero, tal como lo hizo Roosevelt en 1932; tomar medidas de incentivos fiscales dirigidos a empresarios y trabajadores; y, aunque algo riesgosa, devaluar la moneda.
El caso más reconocido de deflación es el ocurrido en Estados Unidos durante la segunda mitad de los años 20. No obstante, no ha sido el único país que lo ha experimentado; Japón durante la década de los 90’s vivió una caída del 25% de los precios. Asimismo, países como España y Grecia han pasado períodos de deflación; razón por la cual la Zona Euro, ahora, se protege y está alerta.